Me escondí en este baúl. Escribo esto, mientras espero. No tengo señal. Me alumbra el móvil. Escribo para calmarme y por si acaso.
Llegué a la fiesta sola. Todos los salones de la casa estaban llenos. Las cortinas abiertas dejaban ver los jardines y la terraza a través de los ventanales. La música permitía hablar sin alzar la voz. Era una fiesta normal y la gente la estaba pasando bien. En algún momento quise tomar aire fresco porque estaba algo mareada pero la salida a la terraza estaba cerrada con llave. Pregunté pero nadie supo explicar la razón, y tampoco nadie se ofreció a abrir la salida. Subí a la planta alta, que estaba en penumbra, para recostarme en uno de los cuartos. Cuando llegué arriba pude ver cómo se abría de golpe la puerta de entrada. Unas figuras oscuras con las caras cubiertas entraron y sin decir nada empezaron a cortar cabezas y brazos a los invitados. Los primeros segundos nadie gritó. La gente no entendía nada. Luego los alaridos y los intentos de huída de todos se mezclaban con la música que no dejaba de sonar. Nadie me vio arriba. Creo que el vestido negro me escondió en la oscuridad. Luego corrí por los pasillos hasta dar con este cuarto al fondo, donde encontré el baúl a medio llenar. Pude meterme pero ya no oía tan bien lo que pasaba. Los gritos y la música duraron casi una hora. Pude oír súplicas que se callaban de pronto. Más gritos, más súplicas, hasta que sólo hubo música y luego sólo silencio por un largo rato. Más tarde hubo ruidos que no supe qué eran. Luego otra vez silencio. Tengo quizás una hora que no oigo sino mi corazón. Estoy atrapada. Medio ahogada. No puedo abrir el baúl desde dentro. No sé quienes son los asesinos. Estaban vestidos de oscuro y tenían algo en la cara que era como si se les borrara. Todavía tiemblo. La fiesta parecía normal. En segundos todo estaba rojo de sangre. No sé porqué. No sé si alguien pudo escapar. Estoy esperando. Ojalá se hayan ido.
Oigo pasos.
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