Juan Zamora
Celebración: Del vulgaris latinus “Bochincheratum est”. Sí señores, es tiempo de celebración. Para los Hermanos Chang, aparte de la “Fiesta de la Primavera”, una de las festividades más importantes de su amada tierra, el aniversario de su prolífera empresa es otro evento que reviste, sino el mismo, por lo menos un muy parecido entusiasmo.
Y cómo no, su cambiante y dinámico mundo empresarial les ha reportado un sin fin de satisfacciones. Sus operadores (o testaferros) han mantenido un manejo excepcional de sus intereses en el transcurrir de todo un largo y tumultuoso año.
Truculentos o no, enigmáticos a veces, escabrosos otras, sus negocios siempre han funcionado. El constante cambio de rumbo nunca ha sido fruto de equívocos, quiebres o despilfarros, ¡no señor!, esto obedece simplemente a su naturaleza innovadora, aventurera, emprendedora y resolutiva. Por eso celebran “Los Chinos”, éstos Chinos, “Los Chang”.
Los Chang cambian de negocio como lo hace de carro el hijo de un gobernante: “No guta Pantaletelía, mejol Gestolía”. “Maliachi abulido, Juguetelía e pan comido”.
Así son ellos, enérgicos, hiperactivos, no se están quietos. Para colmo, se hicieron de un par de síndicos (qué no cínicos) que no saben anteponer un “NO” a cada una de sus demandas.
Pero es que decir “NO” a los Chang es correr el riesgo de perder hasta la propia vida. Amén de que conocen muy bien el arte de la intimidación. ¡Claro! Pero si son amigos de los Soprano, padrinos de Marlon Brando y admiradores de Frank Sinatra...
Existen rumores de que “cadáveres muertos, muertitos” han sido encontrados en el Río Guaire con una ancla amarrada al cuello o con lo pies empotrados en un tobo de cemento. Otros dan cuenta de similares descubrimientos, acá, en el litoral central. Lo que no se sabe es si esto es parte de una leyenda urbana o si por el contrario, la amarillenta y discreta mano de los Chang tiene algo que ver con los macabros hallazgos.
Aun tengo fresco el recuerdo de mi primer encuentro con “El negocio de los Chang”. Fue casualmente saliendo de una fiesta; la noche era joven, así que decidí dar una caminata tratando de dispersar un poco los etílicos vapores que mi cuerpo despedía. Buscando un lugar seguro, me fui a El Callejón de la Puñalada, en Sabana Grande. Saliendo del mencionado lugar y pasando por uno de los recovecos del solitario boulevard, me detuve al escuchar lo que parecía el accionar de un aerosol:
-¡Psst! ¡Psssst! ¡Pssssssst!
-¿Qué pasa, quién anda allí? –indagué
-¡Ey! tú, sí tú, es contigo.
Dos misteriosos individuos, trajeados al estilo de los “Hermanos Caradura”, y con sendas gabardinas negras, asomaron sus cabezas. Sus manos embutidas en guantes también negros hicieron señas para que me acercara. En voz baja, casi susurrante, se suscitó el siguiente diálogo:
-¡Eh! Amigo ¿Quieres trabajar para nosotros?
-Y más o menos haciendo qué
-Eso te lo iremos diciendo en el ínterin
-¿QUEEEÉ?
-¡Shsssss! Por favor, baja la voz.
-Esta bien, ¿queeeeeé?
-Que te lo iremos diciendo en el ínterin
-No conozco ese periódico
-Mira, pedazo de estiércol, no estamos jugando
-Me parece que así no llegaremos a ningún lado -respondí desafiante.
En eso, uno de ellos, mediante un movimiento brusco, sacó un libro de entre su gabardina, era “El Código da Vinci” de Dan Brown.
-¿Quieres que lo golpee?
-No, intentemos primero por las buenas.
-Escucha amigo, nosotros reclutamos gente.
-No parecen funcionarios de la prefectura, mucho menos militares. Además, no es época de recluta y si ese fuese el caso, les advierto que soy sostén de hogar y tengo los pies planos.
-Ahora sí lo golpeo.
-Calma, sigamos intentando con nuestros métodos de coaccionamiento aprendidos en la “Escuela de Letras”. Dejemos para aplicar en última instancia “La Psicología Chang”
Una fría sensación recorrió mi espina dorsal, mis piernas flaquearon y, con entrecortada y temblorosa voz, pregunté a duras penas:
-¿Los Chang?
Los misteriosos individuos se miraron las caras, me tomaron por la pechera e inquirieron:
-¿Qué sabes de los Chang?
-Eeeeh, bueno, yo, eeeessteeeee...
-Habla rápido. –La situación se tornó desesperante.
-Bueno que son unos chinos y que son hermanos y que son muy malos y que no tienen compasión con nada ni con nadie ,y que no sabe de dónde vienen ni para donde van y que...
-¡YA! Basta, párale, párale hombre –espetaron al unísono ambos misteriosos individuos.
-Ahora sí le doy -dijo, blandiendo ahora “Cujo” de Stephen King, el más agresivo de aquel par, y descargó un certero golpe en mi frente con la edición empastada del libro.
Desperté encima de una mesa del “Gran Café”. Partí en veloz carrera hacia mi casa. Al llegar, entré dando tumbos, sudoroso y con la frecuencia cardíaca acelerada. Así, en aquel estado, tuve que argumentar algo verdaderamente creíble e irrefutable ante el jurado que me esperaba desde hacía horas.
Mi esposa y mi hija me miraban de arriba abajo, mientras les contaba de la banda de Hare Krishnas que me había asaltado al salir de la fiesta de cumpleaños de mi primo.
-Me sometieron con sus cantos Vaisnavas, los golpes del Bayan y el Dayan, el repique de la Manjira y la melodía del Bansuri. El aturdimiento me hizo perder el equilibrio y caer. Ya en el suelo, amenazaron con introducir palitos de incienso en mi nariz. No pude hacer nada, lo juro, nada...
Convencido de que la historia había calado en mi pequeña y recelosa audiencia, me introduje en el baño. Al quitarme la camisa frente al espejo, me percaté de algo que cambiaría mi vida para siempre; sobre mi pecho y escrito con tinta china, pude leer la siguiente inscripción: “DESDE AHORA TRABAJAS PARA LOS CHANG”.
El resto es historia, material digno de un film de espionaje, ficción, acción y suspenso. Las asignaciones se sucederían mes a mes de manera cada vez más ingeniosa.
La primera fue en un restaurante chino.
Celebración: Del vulgaris latinus “Bochincheratum est”. Sí señores, es tiempo de celebración. Para los Hermanos Chang, aparte de la “Fiesta de la Primavera”, una de las festividades más importantes de su amada tierra, el aniversario de su prolífera empresa es otro evento que reviste, sino el mismo, por lo menos un muy parecido entusiasmo.
Y cómo no, su cambiante y dinámico mundo empresarial les ha reportado un sin fin de satisfacciones. Sus operadores (o testaferros) han mantenido un manejo excepcional de sus intereses en el transcurrir de todo un largo y tumultuoso año.
Truculentos o no, enigmáticos a veces, escabrosos otras, sus negocios siempre han funcionado. El constante cambio de rumbo nunca ha sido fruto de equívocos, quiebres o despilfarros, ¡no señor!, esto obedece simplemente a su naturaleza innovadora, aventurera, emprendedora y resolutiva. Por eso celebran “Los Chinos”, éstos Chinos, “Los Chang”.
Los Chang cambian de negocio como lo hace de carro el hijo de un gobernante: “No guta Pantaletelía, mejol Gestolía”. “Maliachi abulido, Juguetelía e pan comido”.
Así son ellos, enérgicos, hiperactivos, no se están quietos. Para colmo, se hicieron de un par de síndicos (qué no cínicos) que no saben anteponer un “NO” a cada una de sus demandas.
Pero es que decir “NO” a los Chang es correr el riesgo de perder hasta la propia vida. Amén de que conocen muy bien el arte de la intimidación. ¡Claro! Pero si son amigos de los Soprano, padrinos de Marlon Brando y admiradores de Frank Sinatra...
Existen rumores de que “cadáveres muertos, muertitos” han sido encontrados en el Río Guaire con una ancla amarrada al cuello o con lo pies empotrados en un tobo de cemento. Otros dan cuenta de similares descubrimientos, acá, en el litoral central. Lo que no se sabe es si esto es parte de una leyenda urbana o si por el contrario, la amarillenta y discreta mano de los Chang tiene algo que ver con los macabros hallazgos.
Aun tengo fresco el recuerdo de mi primer encuentro con “El negocio de los Chang”. Fue casualmente saliendo de una fiesta; la noche era joven, así que decidí dar una caminata tratando de dispersar un poco los etílicos vapores que mi cuerpo despedía. Buscando un lugar seguro, me fui a El Callejón de la Puñalada, en Sabana Grande. Saliendo del mencionado lugar y pasando por uno de los recovecos del solitario boulevard, me detuve al escuchar lo que parecía el accionar de un aerosol:
-¡Psst! ¡Psssst! ¡Pssssssst!
-¿Qué pasa, quién anda allí? –indagué
-¡Ey! tú, sí tú, es contigo.
Dos misteriosos individuos, trajeados al estilo de los “Hermanos Caradura”, y con sendas gabardinas negras, asomaron sus cabezas. Sus manos embutidas en guantes también negros hicieron señas para que me acercara. En voz baja, casi susurrante, se suscitó el siguiente diálogo:
-¡Eh! Amigo ¿Quieres trabajar para nosotros?
-Y más o menos haciendo qué
-Eso te lo iremos diciendo en el ínterin
-¿QUEEEÉ?
-¡Shsssss! Por favor, baja la voz.
-Esta bien, ¿queeeeeé?
-Que te lo iremos diciendo en el ínterin
-No conozco ese periódico
-Mira, pedazo de estiércol, no estamos jugando
-Me parece que así no llegaremos a ningún lado -respondí desafiante.
En eso, uno de ellos, mediante un movimiento brusco, sacó un libro de entre su gabardina, era “El Código da Vinci” de Dan Brown.
-¿Quieres que lo golpee?
-No, intentemos primero por las buenas.
-Escucha amigo, nosotros reclutamos gente.
-No parecen funcionarios de la prefectura, mucho menos militares. Además, no es época de recluta y si ese fuese el caso, les advierto que soy sostén de hogar y tengo los pies planos.
-Ahora sí lo golpeo.
-Calma, sigamos intentando con nuestros métodos de coaccionamiento aprendidos en la “Escuela de Letras”. Dejemos para aplicar en última instancia “La Psicología Chang”
Una fría sensación recorrió mi espina dorsal, mis piernas flaquearon y, con entrecortada y temblorosa voz, pregunté a duras penas:
-¿Los Chang?
Los misteriosos individuos se miraron las caras, me tomaron por la pechera e inquirieron:
-¿Qué sabes de los Chang?
-Eeeeh, bueno, yo, eeeessteeeee...
-Habla rápido. –La situación se tornó desesperante.
-Bueno que son unos chinos y que son hermanos y que son muy malos y que no tienen compasión con nada ni con nadie ,y que no sabe de dónde vienen ni para donde van y que...
-¡YA! Basta, párale, párale hombre –espetaron al unísono ambos misteriosos individuos.
-Ahora sí le doy -dijo, blandiendo ahora “Cujo” de Stephen King, el más agresivo de aquel par, y descargó un certero golpe en mi frente con la edición empastada del libro.
Desperté encima de una mesa del “Gran Café”. Partí en veloz carrera hacia mi casa. Al llegar, entré dando tumbos, sudoroso y con la frecuencia cardíaca acelerada. Así, en aquel estado, tuve que argumentar algo verdaderamente creíble e irrefutable ante el jurado que me esperaba desde hacía horas.
Mi esposa y mi hija me miraban de arriba abajo, mientras les contaba de la banda de Hare Krishnas que me había asaltado al salir de la fiesta de cumpleaños de mi primo.
-Me sometieron con sus cantos Vaisnavas, los golpes del Bayan y el Dayan, el repique de la Manjira y la melodía del Bansuri. El aturdimiento me hizo perder el equilibrio y caer. Ya en el suelo, amenazaron con introducir palitos de incienso en mi nariz. No pude hacer nada, lo juro, nada...
Convencido de que la historia había calado en mi pequeña y recelosa audiencia, me introduje en el baño. Al quitarme la camisa frente al espejo, me percaté de algo que cambiaría mi vida para siempre; sobre mi pecho y escrito con tinta china, pude leer la siguiente inscripción: “DESDE AHORA TRABAJAS PARA LOS CHANG”.
El resto es historia, material digno de un film de espionaje, ficción, acción y suspenso. Las asignaciones se sucederían mes a mes de manera cada vez más ingeniosa.
La primera fue en un restaurante chino.
Terminando de comer, el mesonero posó sobre mi mesa un platito con una galleta de la fortuna. La partí por la mitad, sustraje el pequeño papel que traía dentro y enseguida leí el mensaje:
“Maliachi sel nuevo negocio
tú esclibil pala nosotlos
no quelemos latos de ocio
a tlabajal, igual que los otlos”
Una postdata al pie de la nota me advertía que toda evidencia debía ser destruida, por lo que procedí a pulverizar la galleta dentro de mi puño y a engullir rápidamente la nota. No olvido la cara de extrañeza que pusieron una anciana y su nieto desde el mostrador del local. Por instantes pensé que se trataba del par de misteriosos individuos disfrazados o, en su defecto, pudieron haber sido los mismísimos hermanos asiáticos (también camuflajeados).
El siguiente mes, llegó a mis manos un paquete de chocolates Willy Wonka. Procedí apresuradamente a quitar los envoltorios pensando que quizás conseguiría un boleto dorado, pero en lugar de ello, encontré una nota de Los Chang:
“Funelalia, nueva invelsión
ya no quelel comida picante
así que tlabajal a millón
si no muelte al instante”
Siguiendo la consabida advertencia al pie de la nota, una vez más, me apegué al protocolo. Apretujé el chocolate hasta volverlo pasta para untar y me tragué el envoltorio y la nota casi sin masticar.
En otra oportunidad, creyendo que sostenía un encuentro cercano con lo gemelos albinos de “Matrix Reloaded”, me topé nuevamente con el par de misteriosos individuos. Ambos salieron de la parte de atrás de un camión cargado de harina de trigo que estaba estacionado frente a una panadería; sacudiendo sus ahora blanquecinas gabardinas y limpiando sus oscuros lentes, me entregaron una barra de pan. Dentro estaba la nota:
“No tlabajaste en juguetelía
peldonal vida pol aholita
así que dejal ya la tontelía
y comenzal con fáblica de culita”
Como ya sabía lo que seguía, llevé la nota a mi boca. Pensativo, me quedé observando el pan con cara de "¿y ahora?". El más agresivo del par de misteriosos individuos, como siempre de mal humor, me respondió: “Si quieres te lo metes por...”. El otro lo atajó, conminándolo a adentrarse nuevamente entre los sacos de harina de la parte trasera del camión, ya que su parte estaba hecha.
Poco tiempo después me enteré, de que el par de misteriosos individuos, eran quienes prestaban sus nombres para cuanto negocio tuviesen a bien emprender sus terribles mecenas. Es decir, Los Chang.
Para la Gestoría y la Concretera, se suscitaron episodios igualmente inusuales. Para lo de la gestoría, me contactó un agente secreto motorizado de nombre código “Richita”. En esta oportunidad, agradecí enormemente que el envoltorio no fuese ningún alimento. Sin embargo, no pude escapar a la acción de deglutir la nota que rezaba lo siguiente:
“Ahola hacel de gestol
así que ponelse en movimiento
este negocio selá mejol
pelo quelel más lendimiento”
El mensaje acerca de la Concretera vino adherido a un ladrillo. Todavía no sé quien lo envió directamente, pero el coño e’ su madre ese, tenía muy buena puntería. Me recordó aquellos viejos episodios de “El Ratón Ignacio y la Gata Loca”.
Esperé a que se me bajara el chichón para leer la nota; luego, en actitud desafiante me dije: "No voy a hacer nada con este ladrillo, me importan un pito el par de misteriosos individuos, al diablo también con Los Chinos. Me como la nota, pero no haré absolutamente nada con el puto ladrillo...”
Estoy redactando un Exhorto o Carta Rogatoria -para darle relevancia internacional- con la finalidad de exhortar a los Hermanos Chang a que modifiquen el bendito procedimiento ese de autodestruir sus mensajes, así como el tratamiento tan atípico que le dan a la entrega de los mismos. (¡Coño! ¿No bastaría con un simple “E-mail”?).
El pasado negocio se trató de un Peluquería, craso error, en esos sitios uno se entera de todo. Fue así como “accidentalmente” me informé de algunos detalles con respecto a la celebración de su aniversario. Por ejemplo:
Supe que debido a su camaradería con O-Ren Ishii, decidieron contratar al grupo de “Los 88 maníacos” para que se encarguen de la seguridad durante el festejo. También escuché que el menú consistiría en típica comida china, es decir: Aló flito, Shopsuey, Lumpia y Costillita.
Por cierto, eso de “Costilla” me recuerda un mensaje de “orientación” que recibí en una oportunidad:
“Ponel atención cuando esclibe
usal bien puntos y comilla
quien no acentúa bien lecibe
multiple flactula en costilla”
Debido a su gran recelo, la organización de todo el agasajo estará en manos de su propia agencia de festejos. Siendo ésta, su más reciente empresa, presumo que el par de misteriosos individuos, es decir, los testaferros, tendrán mucho de que ocuparse.
Yo por mi parte, sólo espero mantener una buena salud y todos mis huesos en buen estado; así que seguiré aceptando las encomiendas que me llegan cada mes, tratando de hacerlo lo mejor que pueda. Es preferible “Muelte Natulal” que “Muelte plovocada pol deflaudal a los Chang”.
Un saludo a “Los mecenas de cuanto dislate se les atraviesa, panas burda de Tony Soprano, mentores de O Ren-Ishii, padrinos de Marlon Brando y enemigos mortales de Don Francisco.” Y por supuesto, un gran abrazo también al par de misteriosos individuos...
“Maliachi sel nuevo negocio
tú esclibil pala nosotlos
no quelemos latos de ocio
a tlabajal, igual que los otlos”
Una postdata al pie de la nota me advertía que toda evidencia debía ser destruida, por lo que procedí a pulverizar la galleta dentro de mi puño y a engullir rápidamente la nota. No olvido la cara de extrañeza que pusieron una anciana y su nieto desde el mostrador del local. Por instantes pensé que se trataba del par de misteriosos individuos disfrazados o, en su defecto, pudieron haber sido los mismísimos hermanos asiáticos (también camuflajeados).
El siguiente mes, llegó a mis manos un paquete de chocolates Willy Wonka. Procedí apresuradamente a quitar los envoltorios pensando que quizás conseguiría un boleto dorado, pero en lugar de ello, encontré una nota de Los Chang:
“Funelalia, nueva invelsión
ya no quelel comida picante
así que tlabajal a millón
si no muelte al instante”
Siguiendo la consabida advertencia al pie de la nota, una vez más, me apegué al protocolo. Apretujé el chocolate hasta volverlo pasta para untar y me tragué el envoltorio y la nota casi sin masticar.
En otra oportunidad, creyendo que sostenía un encuentro cercano con lo gemelos albinos de “Matrix Reloaded”, me topé nuevamente con el par de misteriosos individuos. Ambos salieron de la parte de atrás de un camión cargado de harina de trigo que estaba estacionado frente a una panadería; sacudiendo sus ahora blanquecinas gabardinas y limpiando sus oscuros lentes, me entregaron una barra de pan. Dentro estaba la nota:
“No tlabajaste en juguetelía
peldonal vida pol aholita
así que dejal ya la tontelía
y comenzal con fáblica de culita”
Como ya sabía lo que seguía, llevé la nota a mi boca. Pensativo, me quedé observando el pan con cara de "¿y ahora?". El más agresivo del par de misteriosos individuos, como siempre de mal humor, me respondió: “Si quieres te lo metes por...”. El otro lo atajó, conminándolo a adentrarse nuevamente entre los sacos de harina de la parte trasera del camión, ya que su parte estaba hecha.
Poco tiempo después me enteré, de que el par de misteriosos individuos, eran quienes prestaban sus nombres para cuanto negocio tuviesen a bien emprender sus terribles mecenas. Es decir, Los Chang.
Para la Gestoría y la Concretera, se suscitaron episodios igualmente inusuales. Para lo de la gestoría, me contactó un agente secreto motorizado de nombre código “Richita”. En esta oportunidad, agradecí enormemente que el envoltorio no fuese ningún alimento. Sin embargo, no pude escapar a la acción de deglutir la nota que rezaba lo siguiente:
“Ahola hacel de gestol
así que ponelse en movimiento
este negocio selá mejol
pelo quelel más lendimiento”
El mensaje acerca de la Concretera vino adherido a un ladrillo. Todavía no sé quien lo envió directamente, pero el coño e’ su madre ese, tenía muy buena puntería. Me recordó aquellos viejos episodios de “El Ratón Ignacio y la Gata Loca”.
Esperé a que se me bajara el chichón para leer la nota; luego, en actitud desafiante me dije: "No voy a hacer nada con este ladrillo, me importan un pito el par de misteriosos individuos, al diablo también con Los Chinos. Me como la nota, pero no haré absolutamente nada con el puto ladrillo...”
Estoy redactando un Exhorto o Carta Rogatoria -para darle relevancia internacional- con la finalidad de exhortar a los Hermanos Chang a que modifiquen el bendito procedimiento ese de autodestruir sus mensajes, así como el tratamiento tan atípico que le dan a la entrega de los mismos. (¡Coño! ¿No bastaría con un simple “E-mail”?).
El pasado negocio se trató de un Peluquería, craso error, en esos sitios uno se entera de todo. Fue así como “accidentalmente” me informé de algunos detalles con respecto a la celebración de su aniversario. Por ejemplo:
Supe que debido a su camaradería con O-Ren Ishii, decidieron contratar al grupo de “Los 88 maníacos” para que se encarguen de la seguridad durante el festejo. También escuché que el menú consistiría en típica comida china, es decir: Aló flito, Shopsuey, Lumpia y Costillita.
Por cierto, eso de “Costilla” me recuerda un mensaje de “orientación” que recibí en una oportunidad:
“Ponel atención cuando esclibe
usal bien puntos y comilla
quien no acentúa bien lecibe
multiple flactula en costilla”
Debido a su gran recelo, la organización de todo el agasajo estará en manos de su propia agencia de festejos. Siendo ésta, su más reciente empresa, presumo que el par de misteriosos individuos, es decir, los testaferros, tendrán mucho de que ocuparse.
Yo por mi parte, sólo espero mantener una buena salud y todos mis huesos en buen estado; así que seguiré aceptando las encomiendas que me llegan cada mes, tratando de hacerlo lo mejor que pueda. Es preferible “Muelte Natulal” que “Muelte plovocada pol deflaudal a los Chang”.
Un saludo a “Los mecenas de cuanto dislate se les atraviesa, panas burda de Tony Soprano, mentores de O Ren-Ishii, padrinos de Marlon Brando y enemigos mortales de Don Francisco.” Y por supuesto, un gran abrazo también al par de misteriosos individuos...
1 comentario:
De miedo. Siempre me imagine a los Chang así: de negro y enigmáticos.
Pero bueno, para los que disfrutamos de sus servicios, eso nos importa un comino en realidad.
Y Señor, con lo de “El Ratón Ignacio y la Gata Loca”, se le cayó la cédula.
Publicar un comentario