martes, 6 de febrero de 2007

Y SE LLAMÓ THE CHANG MARTYRS

José Urriola C.


Te lo cuento tal como me lo contó Billy, el de los chinos de La Boyera, me lo contó en ese idioma híbrido entre el caraqueño de un bar de Baruta y el mandarín que se grita en las cocinas. Porque el Billy tiene como 30 años aquí pero habla igualito que cuando se bajó el barco. Ese día nos quedamos en la barra, nos tomamos tres o cuatro tragos de más y acabamos hablando de lo tarde que era, de lo peligrosa que estaba la calle, de cuánto habíamos perdido la ciudad, del malandraje suelto, de esa sensación de llegar a casa todas las noches como si fueras un sobreviviente. Y entonces el Billy dijo: “Es que aquí hacen falta unos Chang Martyrs”. Y yo: qué vaina es esa pana. Y él: Nada, nada, pensando en voz alta. Y yo: no me jodas, Billy, cuéntame de una vez. Y el Billy se sacó un pañuelo del bolsillo, se lo pasó por la nuca, se secó el bigotito disperso perlado por el sudor, dio un sorbo largo a la cerveza. “The Chang Martyrs es la banda más mítica de Pekín. Y además de músicos eran justicieros”.

Y lo que me contó el Billy te lo cuento con riesgo a que aparezca un día como un perro en la cuneta de la autopista, hinchado y con un mosquero encima. Pero te lo tengo que contar a ver si lo entiendo, a ver si tú me ayudas a darle luces.

Los Chang Martyrs eran una banda punk cuando el punk aún no existía, eran undergrounds antes de que ser subterráneo significara algo en este lado del mundo. Nadie sabe los nombres verdaderos de sus miembros, pero aseguran que el vocalista y el baterista eran hermanos. Del bajista y del guitarrista sólo se sabe lo que pasó en el último concierto. El rock estaba más que prohibido en la China de Mao, así que estos tipos eran todo un misterio. Se corría la voz de que tal noche de sábado cierto baño público de Pekín iba a dejar de prestar servicio a la clientela; pero en cambio se anunciaba allí un concierto. La cosa corría de boca en boca: Los Chang Martyrs tal día en el baño tal del barrio tal. Y el día del concierto, tempranito por la mañana, aparecían unos carteles pintados a mano por las calles y unos volantes misteriosos que anunciaban: Los Chang Martyrs en concierto, invitado especial Fulano de Tal. Y resulta que Fulano de Tal era un azote de barrio, es como si aquí hicieras un concierto de Seguridad Nacional con “El Frescolita” o como se llame el azote más abominable de toda Cotiza, un mierda que tiene encima como treinta muertos, una docena de violaciones, que le hace pagar peaje en la escalera a los viejecitos y los niños, y que controla toda la droga dura de la zona. Bueno, imagina tú ese cuadro, igualito pero en chino, con un carajo que se llama Tzin Tao Zhang que es la mierda de gato en tapara, el más nefasto del barrio, un coñoemadre al que medio Pekín lo quiere ensartado en medio de la plaza pública. Ése era el invitado de los Chang Martyrs.

Y llegaba la hora del concierto, con todo gratuito, entraba la gente al baño público, casi todos jóvenes vestidos de negro, entraban hasta que no cabía ni un chino más, aquello era como una caldera, un ritual, una misa siniestra. Y el Billy estaba allí, era súper fanático el tipo. Entonces cuando ya el baño era como una olla de presión y estaban a punto de salir disparados por el aire los más flacos salían The Chang Martyrs. Y aquello se venía abajo, porque eran como dioses, eran como ángeles oscuros, era una descarga que dejaba a los Pistols como música de cuna, a los Dead Kennedys como hijitos de papá burgués, a Los Ramones como un par de comadres cantando zarzuelas. Los Chang Martyrs eran la música industrial que Nine Inch Nails nunca pudo hacer, tenían una escena mucho más vampiresca que The Cramps. Eran unos tipos que le llevaban décadas de ventaja al tiempo. Y cuando ya la adrenalina estaba en su punto, cuando ya la audiencia pedía una baladita para que no les estallara el corazón, entonces el líder vocalista de los Chang tomaba el micrófono y preguntaba a la masa enardecida: “Do you want some blood?” –así en inglés para que más le ardiera al régimen- Que si querían un poco de sangre, loco, les preguntaba a ese poco de chinos delirantes llenos de rabia y rock que si querían sangre. Y todos gritaban con la yugular a punto de estallar que Sí, que claro que sí. Y entonces traían al escenario al invitado especial. Lo traían amarrado al azote, venía el hombre vuelto un chiquito de cinco años de la cagazón que tenía. Lo ponían en el centro de la tarima, lo obligaban a estirar un dedo, casi siempre el meñique o el pulgar, y a todas estas el menor de los Chang tocaba una marcha brutal con el redoblante, se lanzaba un solo de batería apoteósico que el público seguía con las palmas, el azote temblaba, hacía pucheros, rogaba por clemencia, pero ya nada lo salvaría del desenlace. El dedo era cortado por la primera falange y era lanzado a la olla donde la gente se los disputaba a codazo y colmillo.

La descarga se acentuaba, las guitarras y el bajo se sumaban, las baquetas redoblaban el ritmo, el bombo retumbaba como cañonazos, el cantante de los Chang Martyrs lanzaba un aullido rasga tímpanos, se encendía una hoguera descomunal con amplificadores, guitarras, parales, abrigos, se lanzaban músicos y audiencia contra los instrumentos, se improvisaba una enorme parrilla con retazos de metal retorcido. Y el invitado especial era ofrecido a su público. Ya la masa hambrienta se encargaría de decidir que querían su pedazo crudo, término medio o bien cocido.

El último concierto de los Chang Martyrs tuvo de invitado a un delincuente de cuello blanco, a un miembro del partido, dice el Billy que al parecer era el amante de alguien muy cercano a Mao. Y cuando el ritual se hallaba en su clímax, cuando llegaba el momento del sacrificio irrumpió el ejército. Lanzaron ráfagas de metralla a voluntad, granadas fragmentarias como quien arroja pétalos de rosa en una boda. El Billy carga una esquirla en el costillar, se levantó la camisa y me la mostró, te lo juro. El bajista y el guitarrista fueron masacrados; pero cayeron tocando. Al invitado se lo comieron crudo, le quedaron apenas unos huesos raídos. Los hermanos Chang se esfumaron. Nadie los encontró, volaron como aves nocturnas, se disolvieron en el aire como teletransportados a su nave nodriza.

¿Y sabes por qué te cuento todo esto? Porque todos saben en el fondo que Los Chang Martyrs aún viven, siguen por allí. Y ahora más que nunca necesitamos reagrupar a esos locos, devolverlos a la escena. Les armaremos una gira. Por la lista de invitados especiales ni te preocupes, la pongo yo.


http://www.joseurriola.blogspot.com

5 comentarios:

La Gata Insomne dijo...

Ya aquí llego con varios shot encima. Fanática que soy.
Y te lo creo, te lo creo todito
porque lo conozco, allí comía yo antes de venirme a laIsla, y Billy me lo contó
lo de las falange, falangina y falangeta es típico de esos mafiosos

Y te digo, si ahorita sueltas a El Frescolita en un acto sacrificial como ese, yo misma lo agarro a cuchillazos, pero necesitamos a unos Chang de aquí, que nos vuele los sesos a todos, que nos saque lo diabólico, lo hart@s, lo escuálid@s, aunque atrás vengan las milicias y el Pelotón Ayala!!!!


Ufff, que descarga, esta gata pasó a vampira, y eso que estoy en laIsla, si lo haces en el Municipio Libertador, podemos hacer una labor social de aseo urbano


Salud

Kill Bill (no Billy él es bueno)

Anónimo dijo...

Me encanta esta historia, está llena de furia, de risa, de maldad -pero maldad de la buena, de la que hace falta-. Y rebosante de justicia. Si reagrupan a los Chang Martyrs me tendrán en la primera fila de todos los conciertos. Y mi ración: cruda.

No joda!

Maria D. Torres dijo...

Me avisas para comprar la entrada cuando el invitado especial sea Jorge Rodríguez, please... sí?
Qué maravilla de solución, nunca se me hubiera ocurrido.

SERGIO MÁRQUEZ dijo...

¡¡¡¡¡Los Chang Martyrs en el Poliedro ya!!!!!! Y con más fechas que el puto Arjona (que Alá en su infinita misericordia lo confunda)

Arcangel Vulcano dijo...

¡Buenísimo! Estoy conteste con la gata insomne...