martes, 6 de febrero de 2007

LA NOCHE AQUELLA...

Maria Eugenia Gil


Era casi invierno y día de brujas. Me llamó Carlos por teléfono y me dijo:

-Vístete, que esta noche hay fiesta en el “bar mexicano” de las 76 con York, pero no te pongas ninguna máscara pues no podremos reconocerte.

Pregunté:

-Vaya invitación tan simple, ¿quienes son los otros?

-¡¡¡Te tengo una sorpresa que viene de España!!!

Habían pasado muchos años desde la última vez que había visto al Boris. Luego de su exitazo con “crónicas marcianas”, en donde “pelaba el rabo” cada 15 minutos, venía a N.Y. dispuesto a comerse el mundo y, ¡con marido del brazo!

Al verlos, a Rubén y a él, sentí ese cariño que no se disipa ni empaña aún con el más helado de los fríos nuyorkinos; más aún, sentí esa complicidad del que no habla por la emoción del entendernos “por siempre” y una gran sonrisa guasona y un abrazo profundo ya lo dicen TODO. Me dije: "¡Já, esta noche nos divertiremos!".

Sabía, apenas ver sus caras, que de antemano habían planeado LO bueno, alguna aventurilla de Halloween, no sólo en colores naranjas y negros, por decir lo más pictórico, si no que la diversión sería algo más “underground” y salvaje, y lo más importante: coexistirían, el humor, la alegría, la carcajada y “El Glamour”, obviamente, brazo a brazo con los disfraces “tan divertidos y originales” de los gringos, los platos súper aliñados de fríjoles-refritos mezclados con cebollas y ajos mexicanos, la ladilla del serpentinero, globos a reventar y papelillo (del que hace daño en los ojos, pues no es el de papel sino de plástico y puede hasta malograrte), y el “humo-especial” contratado por la cantina para el evento aquelárrico.

Eran las 11:40 p. m. quizás cuando aquello comenzaba finalmente a ponerse bueno, y ya nos habíamos tomado todas las MARGARITAS y TEQUILAS posibles de aguantar sin que ninguna idea “algo desproporcionada” reventara desde nuestros “ÍNTIMOS”; así que a Carlos, luego de habernos contado entre nosotros hasta el “futuro X venir”, se le ocurrió brindar por ellos y por nosotros y por la vida y ese gran etc. que sólo se escucha en los BOTIQUINES de moral y reputación distraída. Y es que un Bar no es lo mismo que un Botiquín; en éste último CAMPEA lo prohibido, lo sórdido, la tragedia, lo absurdo, lo inaudito y la comedia. Menos mal que aquella noche nos tocó la parte jocosa del lugar, y lo que se nos desgarró no fue el pecho sino la boca de la risa.

Decía pues que Don Carlos, a lo mero mexicano, decidió brindar y luego pasó a encender una vela que reposaba sobre la mesa. Faltó mencionar que para la ocasión, al techo le habían confeccionado una especie de “repujado en nido de avispa” pero con globos de helio, monísimo, y los miles de hilitos que de ellos bajaban tocaban casi nuestras cabezas o más abajo. El final de todo fue que de golpe y, como rayo, unos de los hilos cogió fuego, subió hasta el globo y zuassssssss, al segundo el techo se transformó en un cielo rojo, rojo granate, como una lengua en llamas de relámpago oloroso, algo rarísimo. Adentro todo era confusión, gritos, caos y un peo del otro mundo.

Recuerdo que pude llegar hasta la puerta reptando sobre mis brazos y que el humo negro allá no llegaba. Cual sería mi sorpresa cuando justo al intentar ponerme sobre mis pies, alguien me haló y me dijo al oído:

-Maru, dejemos este garito, vámonos a otro lugar, algo más trendy, algo más BAR, jajajajaja.

-Si Boris, contesté, vayámonos YA. ¡Corre! Jajajaja.

1 comentario:

Maria D. Torres dijo...

Jajajaja! Seguro que ahí fue donde al Zerpa se le quemó el pelo y por eso dice que y que se lo corta cortito.
Ay MEG y tuviste tiempo para escribir entre tanto ajetreo? o esto es cuento viejo?
A ver cuando se te vienes a Caracas y nos vamos a un BAR trendy, con o sin Boris. Mejor con Boris, así paga él ahora que es rich and famous.
BESOS, no te pierdas