martes, 6 de febrero de 2007

PURO CUENTO CHINO

María Dolores Torres




A eso de las 7 de la noche del 18 de Febrero de este año, después de haber tumbado a palos una piñata en forma de lumpia llena de galletitas de la suerte, los hermanos Chang, al son de “Ay que noche tan pleciooooosa…, entonada por sus colaboradores, empleados y familiares, soplaron a dúo la única vela del pastel. Una vela china de cera y jade.

Entre los asistentes, no faltaron púberes eternos que les aplastaran la cara a los homenajeados contra la torta. De todos modos nadie iba a comer una torta china y mucho menos lamerle la cara unos chinos embadurnados. Además “borracho no come dulce” y la cariñosa señora Chang (casada con el hermano del padre de los chicos, o sea la tía política de los muchachos) se había encargado de inyectar baijiu a todas las frescolitas de los invitados, mientras el tío Chang pasaba bandejas con cigarrillos de maliguana, diciendo que era buena para el estleñimiento.

La fiesta fue un éxito y todo el mundo salió contento preguntándose cuáles serían los próximos negocios de los ocurrentes hermanos. ¿Panadelía china?¿Bistló chino? ¿Sushi chino? Tendlemos… digo, tendremos que esperar.

Pero vayamos hacia atrás, hoy es un día especial y quiero contarles la verdadera historia de los hermanos Chang. Las hermanas, según algunos chismosos, no son sino ellos mismos cuando les da por el transvestismo incógnito, cosa que les empezó a ocurrir desde que fueron al cine por primera y única vez en su vida, como regalo de quince años, a ver “Adiós a mi concubina”. (Es importante resaltar que la Onidex no tiene registro del ingreso de las chinas en el país y en la casa de los Chang, en China, nunca encontré fotos de niñas).

Para empezar, los verdaderos nombres de estos chicos son Fèi Dào Xīr y Hé Sài Chang . Nacieron en Guiyang, capital de la provincia de Guizhou , en el seno de una familia humilde. Ambos progenitores trabajaban en una destilería de baiiju, de la cual sacaban dos botellas todas las noches para que los chicos pudieran dormir noqueados y no sentir los sonidos del estómago vacío, ya que en casa no había dinero ni para costillitas de gato callejero.
Dijeron algunos vecinos que los chicos ya venían medio raros de nacimiento. Eran gemelos –algunos dicen que siameses- y les faltó oxígeno en el parto, o sea que venían desnutridos de cerebro y barriga.

Al llegar a la pre adolescencia, los pobrecitos, tratando de ayudar a sus padres y de comer una lumpia, o al menos fumársela, cometieron un error grave en su primer delito: asaltaron a Lin Shusen (gobernador de turno de la provincia) para quitarle la bicicleta montañela en la que iba de regreso a su casa la noche del crimen. Tras dos meses de prisión, fueron vendidos en calidad de esclavos a un visitante del gobierno de la recién nombrada República Bolivariana de Venezuela, que quién sabe qué negocio sucio estaba haciendo con el gobernador.

Este individuo los trajo a Venezuela pero los calicitos escaparon a la semana de estar preparando arroz, barriendo el recién adquirido pent house del funcionario y su esposa (de los cuales los chinitos nunca supieron los nombres, porque no entendían ni papa de español, pero sí vieron en la televisión que trabajaban en la asamblea nacional) y haciendo teatro chino en las extrañas reuniones nocturnas que sus amos celebraban en casa con sus amigos de partido. Antes de escapar, los muchachos tomaron algunas cositas de bolsillo: unos relojes con una coronita, anillos con piedras brillantes y unas menudencias en billetes de papel verde con la cara de un viejo peliblanco.

Deambulando por las calles de Caracas, llegaron al Dragón Verde y allí les cambiaron la mercancía por una tarjeta Multiphone de veinte mil bolívares. (Chino que roba a chino, tiene mil años de peldón). Pidieron prestado el teléfono y llamaron a sus padres.

Contestó una vecina quien les informó, sin mucho adorno, que ambos se habían suicidado con una sobredosis de veneno para ratas cuando supieron que el gobernador había vendido sus muchachitos a un extranjero.

Los Chang no se inmutaron, simplemente se miraron con cara de “qué coño vamos a hacel ahola”. (Chino que se respeta no muestra emoción, plimelo muelto).
Pero la vecina no sólo les dio esa mala noticia. También les informó que un tío los andaba buscando desde que supo que los habían traído a Venezuela. Este tío, hermano menor del padre, no era otro que el actual jefe de la fracción venezolana de la Sun Yee On y los estaba esperando en su casa de Prados del Este, justo al lado de la embajada, para darles cobijo y comida de verdad, o sea, comida china.
El dueño del restaurante les pagó un taxi y los bendijo para que tuvieran suelte. (Aún no duerme esperando la venganza del tío Chang).

Al día siguiente de haber llegado a la casa del tío y después de un buen atracón de Chow Mein, Lou Mein, Chop Suei y demás platos impronunciables, los guardaespaldas del tío los llevaron a una clínica privada donde les hicieron cirugía reconstructiva de la cara y un tratamiento dermo estético cromático para cambiar el color de piel, receta, al parecer, robada a Michael Jackson.

Durante la semana en la que estuvieron en recuperación, les arreglaron papeles nuevos, con nombres y apellidos criollos normales (bueno, medio normales) con un gestol bolivaliano y los metieron en clases intensivas de español con un sobrino de Uslar Pietri venido a menos. El tío decidió ponerles apellidos diferentes ya que así, si algún policía honesto atrapaba a uno, no identificaría al otro.
Apenas pudieron medio parlotear en criollo, el tío Chang los puso a trabajar en cuanto negocio raro se le iba ocurriendo para lavar el dinero del tráfico de peluquelas chinas.

Los pobres hermanos Chang, no quisieron perder su identidad oriental ni la posibilidad de adjudicarse los éxitos de los negocios que abrirían, por eso utilizaron sus nombres criollos para hacerse pasar como (y que) testaferros de ellos mismos, con la intención de que sus lectores y contribuyentes no pensaran mal, o sea, para que no dijeran que les habían dado cédula venezolana falsa con tal de que votaran rojo rojito. Y la verdad es que con la operación se ven muy poco chinos. Nadie sospecharía de ellos si no fuera por el intercambio, tanto oral como escrito, de R por L, cigálo y alóz, que aún no pueden contlolal.

Este mes cumplen un año de haber abierto el primer negocio para el tío, aquél taller mecánico que desvalijó a más de uno dejándole sólo la carrocería y los cauchos.
Hemos tenido la suelte de seguil tlabajando y ganando leal sin sel detenidos polque en este país la justicia no silve pala nada. Glacias a Dios. Eso nos favolece– dijeron al unísono, con aquellas caras duras chinas acriolladas y sonriendo maliciosamente.

Este mes celebraron con piñata y todo, para agradecer a los colaboradores ad honorem que han reclutado durante todo un año y sin los cuales no habrían podido comprarse un leloj con colonita cada uno (y ya saben que se llama Lolex), para recordar siempre su origen humilde y a sus padres muertos. Además están negociando con el gobierno, utilizando los contactos de su antiguo amo y hoy empleado, el regalo de agradecimiento que le quieren dar al tío para que realice cómodamente su negocio de Peluquelas y otros varios de dudosa legalidad: el título de propiedad del Aeropuerto Caracas sin aduana.

¿Cómo lograron todo esto en tan solo un año?

¡Sigan creyendo que la revista es GLATIS! Lo que ustedes no saben es que en China se venden millones de ejemplares impresos traducidos a varias lenguas locales. Yo misma los vi. Están en todos los kioscos de periódicos. Los chinos y las chinas se matan el día en que sale cada nuevo número. Dicen los Chang que es una manera de contribuir con la superpoblación de su tierra natal.

Nos metieron chino por LIEBLE.

ACLARATORIA: Toda la información que aquí les presento es fidedigna. O sea, no me la contó una señora que tiene una amiga casada con un militar de Fuerte Tiuna. Ha sido recabada con el sudor de mi frente para entregar la tarea de Reportaje asignada por mi profesor de Literatura de NO FICCIÓN, Rafael Osío Cabrices. Tuve que aprender chino para poder entrevistarme con ellos, sus tíos, la vecina, el gobernador y todos aquellos que pudieron darme datos de la vida de los muchachos. Esto que les ofrezco hoy como abreboca, es sólo el prólogo de mi nuevo libro, aún sin publicar:


¿Bujía, espagueti o ataúd?
Con los chinos nada es casualidad

(Subtítulo tomado prestado de la lista de R.Echeto)

1 comentario:

La Gata Insomne dijo...

tu lo has dicho nodriza
esa gente es de lo último
aquí en laIsla montaron un lestaulante y que chino, no sabes el asco, puro gato pol lible
es decir costillitas de cochino????
del cochino perro que les cuidaba la puerta
Pero SE JODIERON!!!!
porque llegó Vielma Mora con un microscopio y un grupo de forenses y les cerraron el NEGOCIO!!! porque no pagan impustos, presentan facturas falsas de toda falsedad

Y adivina??????
El tío es el chino de RECADI!!!!
es que te digo que aquí se ha perdido todo!!!!
Y en vez de introducirte en la Academia de la Historia!!!!
te tiran por aquí abajo!!!!
Será alfabético mi amor o según ordn de llegada como en Locatel, pero lo tuyo se huele que es pura investigación!!! así mi reina dile a Osío que te ponga 20 en crónicas marcianas!!!

Bueeennnnooooo!!!!!!
Ta fino!!!!!!!
Chino pátracalero

Y nada que me invitan palnegocio
a ver si salgo de abajito

Besos

su

SI_DRIZA